9 de enero 2020 - 00:00

366 nuevas oportunidades para emprender

Acostumbrados a los cimbronazos y expertos en gestionar en contextos de incertidumbre, los emprendedores argentinos han sabido desarrollar la resiliencia, es decir, la cintura para adaptarse a casi cualquier circunstancia y superar situaciones adversas. ¿La clave ante un contexto de crisis? Volver a las bases.

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Terminó un diciembre ajetreado para los emprendedores. A las corridas típicas de la época, los esfuerzos para maximizar la rentabilidad de fin de año y el cálculo de la inflación anual se sumó un agregado: la inquietud por el impacto real de la Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva, que incluye el impuesto PAIS entre otras medidas.

Sin embargo, nada de todo esto resulta sorpresivo. Acostumbrados a los cimbronazos y expertos en gestionar en contextos de incertidumbre, los emprendedores argentinos han sabido desarrollar la resiliencia, es decir, la cintura para adaptarse a casi cualquier circunstancia y superar situaciones adversas. ¿La clave ante un contexto de crisis? Volver a las bases.

Lo más importante es hacer un balance, entender cuál fue el motivo para emprender en primer lugar, cuáles fueron los objetivos y cuál fue el plan implementado. En esta línea, muchos emprendedores están repensando su estrategia y readecuando su propuesta de valor para adaptarse y sobrevivir a los tiempos de crisis. Ya sea en términos de precios o tamaños, por poner dos ejemplos concretos, los emprendedores se ven en la necesidad de sumar un extra a sus productos y servicios para mantenerse a flote.

De nada serviría esta readecuación si no considerara a los que están del otro lado: si el contexto es hostil para los emprendedores, también lo es para los clientes. Surge la necesidad imperiosa, entonces, de ponerse en los zapatos del otro, de construir esa nueva propuesta de valor desde la empatía y no de manera unilateral. Se trata, otra vez, de volver a las bases, entender qué necesidad de nuestros clientes buscábamos satisfacer en un principio y encontrar una nueva manera adecuada a su contexto.

Nos encontramos así con productos que vienen en cajas más chicas, líquidos en sachets en lugar de otros tipos de envases, servicios más cortos y puntuales, plazos de pago más holgados. También nos encontramos con emprendedores que empiezan a ver cómo aprovechar la reactivación del consumo local en lugar de buscar la diversificación de ingresos con la exportación. Emprendedores que comienzan a ofrecer servicios locales, específicos y a corto plazo, por ejemplo.

Por último, no debemos olvidar la cuestión del fracaso. Según el último estudio del Global Entrepreneurship Monitor (GEM), los emprendedores argentinos tienen mucha confianza en sus habilidades para arrancar un negocio y sienten que pueden ofrecer una propuesta sólida y competitiva. Sin embargo, manifiestan un profundo miedo al fracaso.

No es por nada. Son muy pocos los emprendimientos que alcanzan el éxito al primer intento: aún más, de acuerdo a la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, ocho de cada diez mueren en los primeros dos años de vida. La mayoría sucumbe al atravesar el llamado “valle de la muerte”, el momento en el que ya no logran conseguir fondos para ir más allá del prototipo y avanzar a los estadíos de crecimiento, consolidación y escalamiento. De hecho, el 89% de los emprendedores argentinos que fracasaron no tuvieron acceso a incubadoras o aceleradoras, según datos de The Failure Institute.

La posibilidad de fracasar no puede generar parálisis, pero debemos considerar que es factible que suceda y más aún en tiempos de crisis. Lo que sí podemos controlar es la actitud que tomamos ante el fracaso: en la Argentina, de acuerdo al instituto mencionado, un 25% de los emprendedores que fracasa se dedica a crear un nuevo emprendimiento en otro sector y otro 25% a recuperarse emocionalmente y asimilar las lecciones aprendidas.

Al contrario de lo que suele decirse, emprender no es la única solución en tiempos de crisis, es tan solo un camino posible. Pero, de ser el elegido, debemos recordar todos los capitales que implica: tiempo, talento, recursos, contactos y, sobre todo, capacidad de resiliencia. Nos queda aprender de los fracasos, capitalizar los aprendizajes y construir desde la empatía para adecuar nuestra propuesta de valor a cada contexto. Solo así, teniendo todo eso cuenta, emprender será una posibilidad los 366 días -2020 viene con uno de yapa- del año.

*El autor es director ejecutivo de la Asociación de Emprendedores de Argentina (ASEA).

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